martes, 24 de diciembre de 2013

AK yace Don Kaláshnikov

Kaláshnikov es un anciano de ochenta y cuatro años, todavía activo y bien conservado. Lo invitan a todas partes, como una especie de icono móvil sustituto del fusil ametrallador más famoso del mundo. Antes de retirarse como general del ejército percibía un salario fijo de quinientos rublos, que en aquella época equivalía aproximadamente a una mensualidad de unos quinientos dólares. Si Kaláshnikov hubiese, tenido la posibilidad de patentar su ametralladora en Occidente, hoy seguramente sería unos de los hombres más ricos del mundo. Se calcula con cifras aproximadas  que se han fabricado más de ciento cincuenta millones de metralletas de la familia del kaláshnikov, todas ellas a partir del proyecto originario del general. Habría bastado con que por cada una de ellas hubiese recibido un dólar para que ahora nadara en la abundancia. Pero esta trágica falta de dinero no le turbaba en absoluto: él había engendrado a la criatura, le había infundido su soplo, y ello parecía ser condición suficiente para sentirse satisfecho. O quizá sí tenía en realidad un beneficio económico. Mariano me había contado que alguna que otra vez sus admiradores le enviaban dinero: acciones, miles de dólares en su cuenta, valiosos regalos de África, incluso se hablaba de una máscara tribal de oro regalada por Mobutu y de un dosel de marfil taraceado enviado por Bokassa; de China, en cambio, se decía que le había llegado nada menos que un tren, con su locomotora y sus vagones, regalo de Deng Xiaoping, que sabía de las dificultades del general para subir al avión. Pero eran solo leyendas, rumores que corrían en los cuadernillos de aquellos periodistas que, al no poder llegar a entrevistar al general que no recibía a nadie sin una recomendación importante, se dedicaban a entrevistar a los operarios de la fábrica de armas deÍzhevsk.
Mijaíl Kaláshnikov respondía automáticamente, siempre las mismas respuestas fuera cual fuese la pregunta, sirviéndose de un inglés llano, aprendido de adulto, que utilizaba como quien usa un destornillador para aflojar un tornillo. Mariano le hacía preguntas inútiles y genéricas— una manera de reducir su inquietud —sobre la metralleta: - Yo no inventé el arma para que se vendiera con ánimo de lucro, sino única y exclusivamente para defender a la madre patria en la época en la que lo necesitaba. Si pudiera volver atrás, volvería a hacer lo mismo y viviría de la misma forma. He trabajado toda la vida, y mi vida es mi trabajo.
Una respuesta que repetía a todas las preguntas que le formulaba sobre su metralleta. No existe nada en el mundo, orgánico o inorgánico, objeto metálico u elemento químico, que haya causado más muertes que el AK47. El kaláshnikov ha matado más que la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, que el virus del sida, que la peste bubónica, que la malaria, que todos los atentados de los fundamentalistas islámicos, que la suma de muertos de todos los terremotos que han sacudido la corteza terrestre. Un número exorbitante de carne humana imposible de imaginar siquiera. Solo un publicista logró, en un congreso, dar una descripción convincente: aconsejaba que para hacerse una idea de los muertos producidos por la metralleta llenaran una botella de azúcar, dejando caer los granitos por un agujero en la punta del paquete; cada grano de azúcar equivale a un muerto producido por el kaláshnikov. El AK-47 es un arma capaz de disparar en las condiciones más adversas. Es imposible que se encasquille, está lista para disparar aunque esté llena de tierra o empapada de agua, es cómoda de empuñar, tiene un gatillo tan suave que hasta un niño puede apretarlo. La fortuna, el error, la imprecisión: todos los elementos que permiten salvar la vida en los enfrentamientos parecen quedar eliminados por la certeza del AK-47, un instrumento que impide que el hado tenga papel alguno. Fácil de usar, fácil de transportar, dispara con una eficacia que permite matar sin ninguna clase de entrenamiento. «Es capaz de transformar en combatiente hasta a un mono», declaraba Kabila, el temible líder político congoleño. En los conflictos de los últimos treinta años, más de cincuenta países han utilizado el kaláshnikov como fusil de asalto de sus ejércitos. Se han producido matanzas con el kaláshnikov, según la ONU, en Argelia, Angola, Bosnia, Burundi, Camboya, Chechenia, Colombia, el Congo, Haití, Cachemira, Mozambique, Ruanda, Sierra Leona, Somalia, Sri Lanka, Sudán y Uganda. Más de cincuenta ejércitos regulares tienen el kaláshnikov, y resulta imposible hacer una estadística de los grupos irregulares, paramilitares y guerrilleros que lo utilizan.



Murieron por el fuego del kaláshnikov: Sadat, en 1981; el general Dalla Chiesa, en 1982; Ceaucescu, en 1989. En el chileno Palacio de la Moneda, Salvador Allende fue encontrado con proyectiles de kaláshnikov en el cuerpo. Y estos muertos eminentes constituyen la verdadera carta de presentación histórica de la metralleta. El AK-47incluso ha acabado formando parte de la bandera de Mozambique y se halla también en centenares de símbolos de grupos políticos, desde al-Fatah en Palestina hasta el MRTA en Perú. Cuando aparece en vídeo en las montañas, Osama bin Laden lo utiliza como único símbolo amenazador. Ha acompañado a todos los papeles: al del libertador, al del opresor, al del soldado del ejército regular, al del terrorista, al del secuestrador, al del guardaespaldas que escolta al presidente. Kaláshnikov ha creado un arma sumamente eficaz, capaz de mejorar con los años; un arma que ha tenido dieciocho variantes y veintidós nuevos modelos forjados a partir del proyecto inicial. Es el auténtico símbolo del liberalismo económico, su icono absoluto. Podría convenirse incluso en su emblema: no importa quién seas, no importa lo que pienses, no importa de dónde provengas, no importa qué religión tengas, no importa contra quién ni a favor de qué estés; basta con que lo que hagas, lo hagas con nuestro producto. Con cincuenta millones de dólares se pueden comprar cerca de doscientas mil metralletas; es decir, que con cincuenta millones de dólares se puede crear un pequeño ejército. Todo lo que destruye los vínculos políticos y de mediación, todo lo que permite un consumo masivo y un poder exorbitante, se convierte en vencedor en el mercado; y Mijaíl Kaláshnikov, con su invento, ha permitido a todos los grupos de poder y de micropoder contar con un instrumento militar. Después de la invención del kaláshnikov, nadie puede decir que ha sido derrotado porque no podía acceder al armamento. Ha llevado a cabo una acción de equiparación: armas para todos, matanzas al alcance de cualquiera. La batalla ya no es ámbito exclusivo de los ejércitos. A escala internacional, el kaláshnikov ha hecho lo mismo que han hecho los clanes de Secondigliano a nivel local, liberalizando completamente la cocaína y permitiendo que cualquiera pueda convertirse en narcotraficante, consumidor o camello, liberando el mercado de la simple mediación criminal y jerárquica. Del mismo modo, el kaláshnikov ha permitido a todos convertirse en soldados, incluso niños y muchachitas esmirriadas; y ha transformado en generales del ejército a personas que no sabrían ni guiar a un rebaño de diez ovejas. Comprar metralletas, disparar, destruir personas y cosas, y volver a comprar. El resto son solo detalles. El rostro de Kaláshnikov aparece sereno en todas las fotos; con su angulosa frente eslava y sus ojos de mongol que, con los años, se vuelven cada vez más sutiles. Duerme el sueño de los justos. Se acuesta, si no feliz, al menos sereno, con las zapatillas bajo la cama, en orden; incluso cuando está serio tiene los labios tensos en forma de arco como el rostro del recluta Pyle en La chaqueta metálica.
Los labios sonríen, pero el rostro no.


“Gomorra”, de Roberto Saviano

miércoles, 19 de junio de 2013

La culpa la tiene Tarantino

No es el cine el que escudriña el mundo criminal para captar los comportamientos más paradigmáticos (de los integrantes de la Camorra). Sucede exactamente todo lo contrario.
(…)
La inspiración cinematográfica llega a condicionar incluso opciones técnicas, como la empuñadura de la pistola y el modo de disparar. En cierta ocasión, un veterano de la policía científica de Nápoles me explicaba cómo los killers de la Camorra imitan a las películas.
“¡Hoy, después de las películas de Tarantino, ya no saben disparar como Dios manda! Ya no disparan con el cañón recto. Lo tienen siempre inclinado, hacia abajo. Disparan con pistola torcida, como en las películas, y esta costumbre provoca desastres. Disparan al bajo vientre, a las ingles, a las piernas; hieren gravemente sin llegar a matar. Así, siempre se ven en la obligación de rematar a la víctima disparando en la nuca. Un charco de sangre gratuito, una barbarie del todo superflua a efectos de  la ejecución”.

“Gomorra”, de Roberto Saviano

Pág 268 y 270

viernes, 19 de abril de 2013

Crónica de una tarde agitada (bah, con fiaca)



No sé si ir a la convocatoria del 18A o quedarme viendo la tele.
Ma’ sí, me pego una vuelta.Podría hacer una crónica, pero no me pagan por ello. Lo soluciono con frases 2.0.
Me vine al cacerolazo con mi hervidor de salchichas. Tiene olor, la gente no se da cuenta,ellos sólo detectan el aroma dulzón de la revolución.
Unas 222 personas girando en la manzana.
Quédense quietos que ya los conté dos veces a cada uno!!!
Banderas contra la corrupción y en favor de la justicia y la constitución. Mucha familia, personas de todas las edades, clase media, creo.
Se cuadriplica el número inicial (saquen la cuenta ustedes, vagos, o este gobierno también se robó las matemáticas)
Reminiscencias de Sudáfrica 2010 suenan las vuvuzelas, para decirle no a “Argenzuela”.
Marchamos.
Los comerciantes de calle Tucumán salen a aplaudir. También los vecinos a los que les da paja tomarse un ascensor y bajar para ser protagonistas de la Historia.
Me siento Chaplin en esa película de Chaplin en la que Chaplin agita una bandera en una manifestación sin saber por qué.
Nos vamos ala municipalidad a decirle a Martín que no queremos que Roca sea Caracas.
Veo al dueño de una radio colega marchando, no diré quién es. En cualquier momento caigo a pedirle laburo.
Mucha clase alta del diario Río Negro, muchos comerciantes y profesionales.
Pasa el “Achura” Guevara al grito de “¡que se vaya Güeretilné!”.
Colega me dice que busca la reina del cacerolazo. Poco serio. Dice que hay 3 que se parten.
No sé, yo fui a trabajar no a mirar minitas.
Volvemos al Monumento a la Producción.
Caos en el tránsito en la “Manzana” (siempre lo quise decir).
Me voy a cocinar, tengo que hacer un bife de chorizo que está más bueno que marchar contra la diktadura.
Nos desconcentramos más rápido que la defensa de Boca.
Fin para el cacerolazo.

sábado, 30 de marzo de 2013

El telo de papá



El jueves entrevistamos en El Interruptor a Florencia Werchowsky, autora "El telo de papá", una  novela que es mucho más que la historia del emprendimiento familiar que los convirtió en la comidilla (que palabra espantosa) de Allen, también es un retrato de época que repasa los '80 y el comienzo del menemismo en un pueblo de provincia y la historia de una familia muy particular.


El Desafío
Cuando se le ocurrió abrir el motel, su proyecto comercial absoluto, acaso su plan más lúcido, se sintió satisfecho como nunca antes. Era una idea que combinaba diferentes aspiraciones, era tan heroica como lucrativa, era arriesgada, rebelde, tenía fuertes implicancias sociales. Le parecía comprender y dominar ciertas conductas de la clase media del valle, donde había pasado los últimos veinte años de su vida. Había llegado a la idea del motel analizando a sus amigos y a él mismo y concluyendo que además de un negocio redituable, un hotel alojamiento era una apuesta épica, un espacio para provocar, para despabilar. Sería el refugio de los amantes de la zona, los casados, los infieles, los solteros, locales y de las otras ciudades, los viajantes y los viajeros. Además de un negocio, abriría capítulos en las historias de la gente del pueblo.

Pág. 32-33


La pierna
Marcelino hizo un reconocimiento desesperado de la habitación, mirando confundido por no poder corroborar. Esperaba ver a su mujer engañándolo, pero la habitación estaba vacía. Revolvió las sábanas, pateó las frazadas que estaban tiradas en el suelo y se dejó caer en la cama, llorando. Sin decir una palabra,
se estiró para levantar la prueba más contundente del engaño: una pierna ortopédica de mujer olvidada en el desorden, todavía con el zapato de taco puesto.
Con los ojos mojados, se puso la prótesis debajo del brazo, que sería la manera cariñosa que tendría de cargarla en la intimidad de su casa para alcanzársela a su esposa, una renga infiel, y salió a llorar afuera. Mientras tanto, en el lavadero, los amantes transpiraban por el calor de la máquina secadora que estaba encendida y ella se tocaba con susto el muñón.


Pág. 130-131


El índice Cu-Cú
En sus años como dueño del motel, mi papá había desarrollado la teoría del Índice Cu-Cú que, aseguraba, era infalible: podía predecir el rumbo inmediato de la economía de acuerdo con el perfil de los clientes que estaban yendo al motel al momento del análisis. Entendiendo el turno de dos horas como un producto
de lujo y el aumento del deseo sexual como consecuencia del optimismo ante las perspectivas personales —económicas— favorables, el Índice Cu-Cú le ayudaba a comprender y pronosticar sin dejarse influenciar por las quejas de los chacareros o las noticias engañosas de los medios.

Pág. 230


PD: Si alguien lo pide, cuando vaya a la radio pido el archivo de la entrevista y lo subo al blog.

Foto: El Guardián.