martes, 25 de noviembre de 2008

Recuperar el goce

La semana pasada decidí retirarme del equipo de futbol en el que juego. Más allá de que no se vaya a notar en su rendimiento, no lo hago en mal momento. Estamos segundos y ya clasificados para la otra ronda.
Pero no puedo seguir.
¿Esto le interesa a alguien?
No importa, quiero explicar el por qué.
Me voy porque no me divierto, porque yo juego a la pelota y los demás al fútbol.
Esta simple diferencia para denominar lo que hacemos es la que marca las distancias que ya no se pueden allanar.
Torpemente este año pensé que podía volver a jugar un campeonato y salir indemne de ello.
Esta visto que no funciona (al menos en mi caso).
Pero ahora dejemos de lado mi caso personal, para centrarnos en esa diferencia.
Si bien hay ocasiones en que el juego (cualquiera de ellos que sea considerado un deporte) se desarrolla en el presente, con sus búsquedas y sus consecuencias, desde la idea de des-estresarse al mantenimiento del físico, en la mayoría de los casos se desenvuelve en dos escenarios: pasado y futuro.
Yo soy de los primeros.
Para mí el juego es el regreso a la infancia, la búsqueda de la diversión efímera, de la felicidad primaria. Una apuesta a lo lúdico e incluso al egoísmo del deleite personal sobre la satisfacción general que representa el objetivo grupal.
Del otro lado están los que juegan en el futuro, donde lo importante nunca es lo que está ocurriendo, ni el recuerdo de lo pasado, sino el resultado a obtener. El paso a paso es un claro ejemplo. Todo es un escalón para llegar más lejos.
Un partido tras otro para mantenerse en la punta del torneo, una ronda tras otra para seguir avanzando y llegar a la final. Incluso ese partido culminante no es sino otro paso, aún cuando sea el postrimero, en busca de ese futuro llamado trascendencia, fama, plata, gloria, mujeres, publicidades o lo que fuera.
No confundir esta situación con una utopía, que se aleja con cada paso dado; acá ese horizonte móvil no es el imposible lugar soñado sino el terreno en el cual el juego pierde el encanto y se convierte en una operación contable.
Es tan importante para algunos ese futuro que dejan de lado la individualidad para que prime el “trabajo” en equipo. Se abandonan al cuerpo social, pero no como gesto solidario sino en un sentido fordista.
Sin embargo, suele ser el individualista, quien en su actitud egoísta e infantil del “todo lo puedo”, es el que abre los caminos, el que embellece la maquinaria del deporte que sólo busca la eficiencia y sus posteriores regalías.
Él es quien con una jugada puede transmutar la línea del tiempo, subvertirla y, de ese modo, volver al pasado para recuperar el placer del juego, la risa, el barro.
Regresar para nacer de nuevo en el atrevimiento de asumir la vida como un juego en el que la búsqueda del goce está por encima de la consecución de otro objetivo.
Para jugar a la pelota y dejar el fútbol para los trabajadores de ese negocio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Brillante.

Además tu analisis se puede aplicar a (todos los) otros ambitos de..... ¿la vida?

Tanita dijo...

Aguante el potrerooo!
Esta semana mi viejo comento lo mismo en la cena, qe no iba a ir mas a jugar a la pelota porqe el resto va a agrandarse y el, simplemente a jugar y divertirse.


Gracias por la buena onda!

Conjuro dijo...

ATX: tal vez se pueda aplicar a la vida, pero por ahora renuncio al fútbol, no estoy para decisiones drásticas.

UPCLRG: decile a tu se tome un gancia y se cague de risa de cómo se cagan a patadas los otros.