lunes, 7 de abril de 2008

Iggy y Bowie en tus sueños


Conducía un camión lleno de dinamita por la Plaza Roja cuando se dio cuenta de que ya no había nada que hacer allí. Se acordó de la foto de Iggy Pop y David Bowie en Moscú. Trató de encontrarlos, pero no dio con ellos. Así que comenzó a angustiarse y se angustió tanto que se despertó.
Le pregunté: ¿qué coño pasa?
Y dijo: Nada, sólo era un sueño.
Después volvimos a quedarnos dormidos. Soñé que tenía una pistola de plata. Una pistola preciosa. Primero disparaba contra el tío que mató a Lennon y pensaba: está todo bien, pero después me ponía a dispararle a todo el mundo.
Disparaba sobre los iban de uniforme y me daba igual que fueran policías, carteros, azafatas o futbolistas. Sinceramente no sabía qué pensar al respecto. Cuando se terminaron las balas, tiré la pistola al suelo y eché a correr. Corría tan deprisa como podía, y podía correr realmente deprisa. Tanto que los niños temblaban en sus asientos cuando pasaba cerca de un colegio. Corría mucho más deprisa de lo que nunca he corrido despierto, dos o tres veces más. Cuando llegué a Moscú me puse a buscar a Iggy y a Bowie pero para entonces ya era viejo y estaba cansado. Un chico con una cazadora de cuera roja me dijo: Bowie ya no está aquí, se ha ido a Berlín, Iggy está con él. Hace un rato ha venido tu chica, pero ella corría más que tu. Ya debe estar allí. Después el chico se marchó y me quedé solo y empecé a comprender que todo era un sueño, desde el principio. Porque yo no podía ver en sus sueños y porque ni siquiera tenía chica.
Mucho años más tarde estuve en Berlín con ella y, a pesar de que Bowie ya no estaba allí, pasamos un tiempo extrañamente feliz. Berlín es una ciudad jodidamente extraña. Contamos ángeles debajo de la lluvia, saludamos a la gente del circo cuando ya se marchaban, compramos medallas a los desertores y yo me acordé de algo que decía Bob Dylan: “te dejaré estar en mis sueños, si yo puedo estar en los tuyos”.

“Héroes”, Ray Loriga, pág. 11-12.

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